Una pequeña matización a las palabras del compañero, Polvoranegra:
Le Ley del 92, como tu bien dices, fue realizada por los Socialistas, y estando de Ministro del Interior, El Sr. Corchera, “Electricista de profesión”, pero quiere esto decir que la mencionada Ley la confeccionara él de su puño y letra, no querido amigo, esta Ley la realizo una de las personas mas preparadas en la materia que pudo haber en el momento en todo el Estado, concretamente me refiero a la Sra. Margarita Robles, Secretaria de Estado de Interior, que fue la número uno de su promoción, la jueza más joven de España, la primera mujer en una Audiencia y en presidirla, la primera secretaria de Estado y hoy la tercera en el Tribunal Supremo, y no se descarta que pueda ser la Primera Presidenta del recientemente elegido, Consejo Superior del Poder superior.
Y si me apuras un poco, te diría que para mi, esta Ley de Seguridad Privada, ha sido y sigue siendo una de las mas avanzadas y beneficiosas para los profesionales de toda la Unión Europea. El verdadero problema no está en al Ley, (Que por supuesto hay que renovarla para actualizarla a los nuevos tiempos) el verdadero problema está en que no se cumple por parte de nadie, pero eso no la desmerece ni muchísimo menos.
A Dios lo que es de Dios y al cesar ..…………….
Sobre Martín Villa, qué decirte, pues que con Real decreto o sin el, fue el creador de la seguridad Privada, como negocio, y su primera Orden fue que en todas las oficinas bancarias, mas o menos importantes, hubiera por obligación al menos un Vigilante Jurado, luego cuando ya se creó una base y una costumbre y conocida la figura del Vigilante entre los empresarios, ordeno lo contrario que la contratación no fuera por obligación si no en virtud de factores de seguridad o voluntarios.
Pero comparar el Real Decreto de Martín Villa, Una chapuza para abrir el negocio que era lo que interesaba en ese momento, con toda una Ley de Seguridad Privada y su Reglamento, pues que quieres que te diga, que yo no lo veo.
Pero en fin, cuestión de opiniones.
Un placer.
M. Álvarez.
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